Cómo es el polémico plan de Venecia para limitar el impacto del turismo
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Cómo es el polémico plan de Venecia para limitar el impacto del turismo

Los viajeros son la mayor fuente de ingresos de la capital de la región véneta, pero una infraestructura turística colapsada compromete cada vez más a la pequeña ciudad y sus habitantes. Ahora, el municio cobrará tarifas para ingresar a los puntos más visitados. Turistas, residentes, estudiantes y trabajadores coexistirán por circuitos separados.

nte la mirada de los medios del mundo, la frágil ciudad ribereña de Venecia inició un programa piloto el jueves para cobrar una cuota de entrada de 5 euros (unos 5,35 dólares) a los que visiten el lugar sólo por un día. Las autoridades esperan que disuada a los visitantes de acudir en fechas más demandadas y haga la ciudad más habitable para su menguante población.

Los visitantes que llevaban a la principal estación de tren de Venecia eran recibidos con grandes carteles que enumeraban las 29 fechas de julio incluidas en la fase de pruebas del plan, así como nuevas filas de acceso que separaban a los turistas de residentes, estudiantes y trabajadores.

Había asistentes disponibles para orientar educadamente a cualquiera que no estuviera al tanto de los nuevos requisitos sobre el proceso de descargar el código QR para pagar la cuota.

“Debemos encontrar un equilibrio entre los turistas y los residentes”, dijo el responsable de turismo de la ciudad, Simone Venturini. “Debemos salvaguardar los espacios para los residentes, por supuesto, y debemos desalentar la llegada de visitantes de un día en algunos días concretos”.

La ciudad italiana desde hace mucho la presión de un turismo excesivo, y las autoridades esperan que el proyecto piloto pueda ayudar a dar cifras más concretas para manejar mejor el fenómeno.

La ciudad puede llevar un control del número de huéspedes en hoteles, que el año pasado fueron 4,6 millones, un 16% menos que los máximos previos a la pandemia. Pero hasta hace poco, el número de visitantes de un día, que suponen la mayor parte de las multitudes en Venecia, sólo podía estimarse.

Una Sala de Control Inteligente habilitada durante la pandemia ha ido registrando las llegadas a partir de datos de celulares, lo que confirmó aproximadamente las estimaciones previas a la pandemia de entre 25 millones y 30 millones de personas al año, indicó Michele Zuin, responsable de economía de la ciudad. Eso incluye tanto a los que se alojan allí como a los que sólo pasan el día.

Pero Zuin señaló que los datos son incompletos. “Está claro que conseguiremos datos más fiables con la contribución” que pagan los visitantes de una jornada, señaló.

Venturini indicó que la ciudad se ve presionada cuando el número de visitantes de un día alcanza entre 30.000 y 40.000 personas. Sus estrechos callejones están atascados de gente y los taxis acuáticos están llenos, lo que complica las tareas cotidianas de los vecinos.

La ciudad está construida sobre un archipiélago de 118 pequeñas islas (si incluimos las islas de Murano, Burano y Torcello), casi todas ellas unidas entre sí por 455 puentes, e incluye seis distritos o municipalità en tierra firme (terraferma veneziana) donde vive la mayoría de la población: unos 60.000 habitantes en el centro insular y 200.000 en tierra firme.

Algunos residentes, sin embargo, no creen que la medida haya sido diseñada para beneficiarlos: “Poner un boleto para entrar en la ciudad no reduce ni en uno solo el número de visitantes que vienen”, dijo Tommaso Cacciari, un activista que organizó una protesta contra la medida el jueves.

“Uno paga un boleto para tomar el metro, para ir a un museo, un parque de diversiones. No se paga un boleto para entrar en la ciudad. Esta es una nueva medida simbólica de un proyecto de una idea de este gobierno municipal para echar a los residentes de Venecia”, dijo.

Marina Rodino, que vive en Venecia desde hace 30 años, se oponía al nuevo plan. Ella repartía papeles que simulaban un pasaporte de la UE para “Venecia, ciudad abierta”, que aludían a la ironía del nuevo sistema e impugnaban su legalidad citando el derecho constitucional de los italianos a “moverse o residir libremente en cualquier parte del territorio nacional”.

Rodino dijo que ha visto cómo el carnicero local cerraba y varias familias abandonaban su vecindario cerca del famoso puente Rialto, mientras proliferaban los apartamentos de alquiler turístico. Pero dijo que el nuevo requisito seguiría permitiendo que grupos de jóvenes inundaran la ciudad por la noche en aglomeraciones a menudo ruidosas.

“Esto no es un oasis natural. No es un museo. No es Pompeya”, dijo. “Es una ciudad, donde debemos pelear para que las casas estén habitadas por familias y las tiendas reabran. Eso es lo que debería hacer frente a este turismo salvaje”.